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HISTORIAS DE AMOR REAL

MI TREN PASÓ DOS VECES
MARTA, 35 AÑOS


Sonó el móvil y mis ojos no podían creer el número que aparecía en pantalla, al igual que mi cabeza por sabérselo todavía de memoria.

 

Llevaba años sin saber nada de Jorge, desde que lo dejamos en aquel sofá de nuestro piso que tanto nos costó construir. No he vuelto a encontrar a nadie que me haga sentir tan libre y me quiera con mis defectos sin decirme cuáles debo cambiar.

 

Éramos tan inmaduros, que nos perdimos antes de hablar lo que verdaderamente importaba: NOSOTROS.

-¿Si? -me limité a responder.

-Sé que llevamos años sin saber nada el uno del otro, pero no quiero que eso siga ocurriendo ni siquiera un minuto más. ¿Podemos vernos? -me soltó sin apenas respirar.

-No sabes cuánto tiempo llevo necesitando esa pregunta -aseveré convencida.

Nos volvimos a ver un 18 de enero, más viejos, más cansados y más seguros que nunca de que ese día sí que sería para siempre. No nos equivocamos.





 

AMOR PROPIO
LARA, 30 AÑOS


Llevaba 7 años estancada en una relación y mi día a día consistía en demandar atención, cariño o que me diera el lugar que merecía. Siempre supe que eso no era el amor, pero cuando el corazón quiere a alguien es muy fácil autoengañar una mente. Y más cuando una persona solo se mueve por el de la izquierda.

 

Sabía que llegaría el día en el que mi cuerpo no pudiera más, aunque mis manos siguieran queriendo abrazar un cuerpo que no me daba calor. Y llegó, llegó un 14 de julio.

 

Tenía la mirada perdida en el mar cuando una pareja asaltó mi perfecta imagen, no pude evitar que captaran toda mi atención y me inundaran de amor. Tendrán miles de problemas, pensé automáticamente. Me mentí de nuevo.

 

Seguramente los tendrían, jamás lo sabré, pero la que tenía que enfrentarse a los suyos era yo. Y ese día lo hice, llamé a Raúl como otras muchas veces, aunque no era una de esas veces, mi corazón lo sabía. Estaba rota, pero para tocar la felicidad tenía que romperme y no quedarme en un lugar en el que solo la tocara cuando alguien me regalara las migajas que yo le pedía.

 

Cuando te empeñas en que una persona sea la persona de tu vida, al final, pierdes a la más importante. Sí, a ti misma. Y yo no iba a hacerme eso.


 

PARA SIEMPRE
MARTÍN, 75 ANOS

Estábamos en pleno mayo del año 1953 y tan solo tenía seis años cuando supe que Martina era la mujer con la que quería pasar el resto de mi vida.

Era valiente, risueña, amable y no le importaba luchar contra cualquier injusticia que viera con sus propios ojos. Era la mujer que, cualquiera que la conociera, sentiría que nunca quería separarse de ella. A mí me pasó, aunque, lo más importante, es que hice todo lo posible porque así fuera.

Con dieciocho años empezamos una relación estable, pero fue realmente a los 25 cuando dimos el paso del «sí, quiero». Ese día fue el más importante de mi vida, porque había conseguido lo que realmente llevaba queriendo desde los seis años: FORMAR UNA FAMILIA CON MARTINA.

Cada año que he pasado a su lado ha sido mejor que el anterior, cada plan que hacíamos era único, cada viaje era un nuevo comienzo y cada vida que tuviera la volvería a vivir con ella.

Martina se fue hace tres años, pero sé que me está esperando para cogerme de la mano y volver a jugar conmigo como esa tarde de mayo. A la persona que quieres siempre vuelves a verla, no existe un «nunca más». Y yo jamás dejaré de ir a ti, nos vemos pronto.

 

MI CASA ERES TÚ
CARLOS, 28 AÑOS


Estaba tomándome una cerveza en Malasaña cuando mi amiga Laura nos sorprendió con su grupo de amigos, y ahí estaba Jesús. No dejamos de hablar en toda la noche, hasta el punto de que me propuso ir a cenar esa semana.


Durante esa cena sentí cómo comenzaba todo, teníamos demasiadas cosas en común y pensábamos igual en la mayoría de los ámbitos, por lo que no dudamos en seguir conociéndonos.


Cinco años después, puedo decir que Jesús llegó a mi vida para revolucionarla y que no hay nadie que me haya dado tantas ganas de vivir. Este año, mientras estábamos celebrando mi cumpleaños en el garito que nos conocimos, sacó unas llaves del bolsillo y me dijo: hoy dormimos en casa.

 

Mi cuerpo empezó a acelerarse y solo quería vivir con él para siempre. Esas llaves no tenía duda de que abrirían una puerta que nos daría muchos momentos, pero mi verdadera casa siempre será él.

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